Torre del Holocausto y Jardín del Exilio



Vista exterior de la "Torre del Holocausto"

La "Torre del Holocausto" es aquella pequeña construcción que originariamente se constituía por tres torres exteriores al edificio principal. Tiene una planta con forma de cuadrilátero puntiagudo y sus fachadas son de hormigón visto. Es ciega y solo tiene un hueco vertical colocado en la parte superior del vértice de sus paredes más agudo. Es por ahí por donde entra la única luz que hay en el interior de la torre, y el acceso a la misma se realiza por un pasillo del sótano.

El "Jardín del Exilio", cuyo nombre oficial es Josef Hoffmann, es un gran cuadrado situado en el exterior del edificio donde hay 49 pilares de planta cuadrada dispuestos en cuadrícula. El número 49 simboliza el año de fundación de Israel, pues se fundó el año 1948, es decir, durante el 49º. Estos son de hormigón y huecos, rellenados con tierra de Berlín (salvo el central, rellenado con tierra de Jerusalén) y coronados con vegetación. El suelo del Jardín está inclinado con la pendiente siguiendo la diagonal, los pilares son perpendiculares a este suelo, y éstos están cortados paralelamente a su base. De esta manera, es obvio que los pilares también están inclinados. Andar por dentro de este “bosque” de pilares coronados con plantas resulta incómodo por culpa de la inclinación diagonal que hay en el suelo, de tal manera que no coincide con ninguna “calle”. Esta molestia es un objetivo perseguido por el arquitecto.

Vista interior del museo y una de sus exposiciones


Vista exterior de las ventanas de las fachadas del museo


La escalera que sale de uno de los pasillos del sótano es recta y está colocada limitando con una de las fachadas del edificio. Cada dos descansillos tiene el acceso a una de las plantas del museo, salvo a la última. Las vigas que se muestran sobre este lugar tienen direcciones caprichosas y una apariencia deconstrutivista, pero son funcionales al servir de arriostramiento. En el interior del edificio hay espacios vacíos, es decir, partes que están cerradas a las cuales no se puede acceder. Es lo que ocurre en aquella línea recta que atraviesa la planta en forma de rayo de todo el museo, solo que en realidad esa recta es un “pasillo” común a las tres primeras plantas y está cortado por culpa de la forma picuda del edificio. Este “pasillo” solo es atravesado por unas pasarelas que conectan las diferentes salas del museo, las cuales están definidas por las fachadas del edificio y por el “pasillo” recto. Estos pasos tienen el pavimento distinto respecto del de las salas, el techo más bajo de lo normal y pintado de negro, el mismo color empleado en las paredes que limitan las salas y el “pasillo”.
Los diversos ángulos que forma el edificio hacen que los pasos sean oblicuos respecto a las salas que comunican, de manera que la percepción se hace complicada. Las ventanas del Museo Judío tienen todas direcciones y formas muy caprichosas y no siguen ningún orden visible, aunque éstas tienden a ser alargadas. La luz natural penetra en el interior solo cuando los diseños exteriores e interiores de las ventanas coinciden, lo cual no siempre pasa. Realmente, de los 1005 huecos de fachada, solo cinco coinciden completamente. A los huecos, Libeskind los llama “el alfabeto del museo”. Las ventanas crean efectos luminosos en el interior del inmueble cuando la luz se refleja en paredes y pavimentos reflectantes. Muchos huecos llegan al suelo y al techo, a la vez que se cruzan. El museo muestra objetos de la vida cotidiana de los judíos, tales como cuadros y utensilios de uso común. Algunos de estos objetos estropean el diseño interior, a juicio de muchos, de manera que interrumpen la continuidad del espacio.
Las fachadas son de hormigón con un recubrimiento exterior de chapa metálica. Esta capa está constituida por paneles de cinc y titanio colocados diagonalmente, no coincidiendo con los forjados y dando la sensación de que las fachadas están inclinadas. Diseñó con sumo cuidado la forma de los huecos de las fachadas, de manera que realizó varios dibujos en los que detallaba sus formas y tamaños. Existen ventanas de un tamaño considerablemente mayor que el resto en la fachada que mira al lado donde está el edificio antiguo, y en la altura de la última planta de la fachada opuesta a la primera. El edificio tiene varias puertas que dan al exterior pero que no son de uso habitual, por lo que se camuflan en la fachada con el mismo tipo de chapa. Hay un patio exterior formado por las fachadas del museo en el que hay un paso en la altura del suelo que comunica los dos lados del edificio. Éste es diagonal y es el único que hay en el inmueble con estas características. El pavimento de este patio es muy original porque está hecho con piedras de tres colores y forma figuras que se asemejan a las ráfagas de las ventanas. La gran efectividad que tiene el mensaje publicitario del edificio se refleja en el gran éxito comercial que tiene su tienda de recuerdos, un establecimiento que vende todo tipo de recuerdos del Museo Judío en el Museo de Berlín.

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